martes, 25 de octubre de 2011

lo obsceno





Obscenidad en latín obscenus, significando "repulsivo, detestable", (posiblemente derivado de ob caenum, literalmente "de la basura"). El término se usa principalmente en un contexto legal para describir expresiones (palabras, imágenes, acciones) que ofenden la moral sexual prevalente.
A pesar de su largo uso formal e informal con una connotación sexual, la palabra aún mantiene el significado de "asqueroso" e incluso "desfavorable", como "beneficios obscenos" o "la obscenidad de la guerra". Puede usarse simplemente en el sentido de blasfemia o irreverencia, o puede señalar algo que es un tabú, indecente, aborrecible o repugnante.

Pocas palabras tan inquietantes y esquivas, tan rebeldes a dejarse atrapar por categorías estéticas, filosóficas o sociológicas. Aquello que irrumpe tras los avatares del erotismo, la pornografía o la muerte, pero que siempre se desvanece antes de develar su misterio. Henry Miller, nos menciona que hablar de lo obsceno es casi tan difícil como hablar de Dios.

Lo obsceno, aquello que por definición queda fuera de escena, que no puede ser mostrado; pero que a la vez, como un fragmento de noche, nos habita irremediablemente suscitando tanta extrañeza como fascinación.
Lo obsceno también puede manifestarse en lo “ultra visible”, en esa escandalosa voluntad de transparencia de la sociedad moderna donde todo debe ser mostrado, subrayado y expuesto bajo la tiranía de lo mismo.

De la repugnante visión que entrevió el mismísimo Freud en el fondo de la garganta de Irma a la disolución del cuerpo y el dolor de la carne pintadas por Francis Bacon, hasta el boquete de goces invertidos plantados por Sade en medio del siglo XX. De la disección de Gustave Flaubert, el señor negro de las palabras y uno de los primeros escritores considerados obscenos, a la secreta ambigüedad de los zapatos pintados por Van Gogh.

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